lunes, 31 de enero de 2011

Quiéreme.

Déjame. Hazme morir dentro y fuera de tu alma, haz que mi sombra me envídie por no tener la opción de rozar tus manos, que mis pies me odien por estar tan lejos de tu boca, que mi vida peligre si no está cerca de la tuya. Deshaz cualquier tipo de plan que no se encuentre a tu lado, cualquier mínimo latido que diga menos de lo que mi voz transmite, cualquier dolor inútil que me produzcas.
Provócame. Hasta el último suspiro en la más profunda oscuridad estará justificado si siento tu piel junto a la mía, incluso el más dulce de los besos será amargo si no es tuyo, el más clandestino de los encuentros será pésimo si no es contigo, la más prolongada demostración de amor será breve si no viaja a tu compás por todos y cada uno de mis sentidos.
Víveme. Cubre cada milímetro de mi piel con tus manos, tu deseo, cualquier posible triste final que se te ocurra y olvídalo. Olvidate en el suelo junto al resto de despojos inútiles aquel desastre imposible que pase por tu cabeza, aquel dolor que no existe ni exisitirá jamás, aquellas excusas baratas que nunca compraremos.
Quiéreme. Como nunca has querido a nadie, como nunca has sentido, como jamás pensaste llorar, como no habrías imaginado en tu vida.
Y ahora bésame, abrázame, agarra mi mano para que no se suelte nunca, y aprendamos a fabricar sueños compartidos delante de un cristal.

No hay comentarios:

Publicar un comentario