jueves, 25 de noviembre de 2010

No te quiero saber.

Si te quedó algo por decir, si me quedó una canción por componer, si teníamos pendiente una vida en común... Ya no me importa.
No me importa lo más mínimo dónde estás ahora, dónde estuviste antes de cruzarte en mi camino, qué será de ti, qué será de mi, qué te ronda el pensamiento cada noche, cada hora del día, cada minuto, cada segundo.
No quiero tener la más mínima idea de si sueñas conmigo o con otra, si cenas cada noche con una y con otra, si eres capaz de besar a alguien que no sea yo y sobre todo si eres capaz de hacerlo sin pensar en mi. Me da igual, me da lo mismo todo lo que tengas que contarme, todos tus problemas e incluso los míos, todo tu mundo, el que se supone que iba a ser nuestro, el que nunca lo fué y nunca lo será. Me importan un comino tus canciones, las que supuestamente te recuerden a mi, tus bailes, tus cuentos, tus historias, tu vida en general, tus logros, tus fracasos, tus metas, tus amores, tus líos, tus confusiones.
No quiero tener nada que ver contigo, no quiero ser tu amiga, ni tu entretenimiento, ni tu juguete, ni tu amante, ni tu vida, ni tu tormento. Me gustaría decirte que ya no eres nada, que me das pena, asco, rencor, angustia, que ya no lloro, ni grito, ni te echo de menos, ni pronuncio tu nombre mientras duermo; pero si te dijera todo eso mentiría, y yo no miento. Así que diré que, simplemente y para no hacerme más daño, no te quiero saber.

Ya no.

Ya me he cansado de buscarte, de pensar qué estarás haciendo ahora, qué harás mañana o qué hiciste ayer. Me he cansado de mojar la almohada cada noche buscando un por qué a todo esto, dándole vueltas a lo que me cuentas y lo que me ocultas. Tienes razón, ya no soy nadie para pedirte explicaciones, para llorarte, para reírte... tú tomaste la decisión de que yo no fuera nada y yo decidí acatar todas tus peticiones sin la más mínima queja. Tienes razón, no soy quién para retenerte, para obligarte a esperar, para decirte qué debes hacer, para llamarte, para hablarte de todo lo que pienso.
Y es que a estas alturas solo me queda resignarme a ser un recuerdo que no merece ser olvidado, que siempre estará en tu cabeza aunque puede que no sea el mejor de todos, que espero que no te duela tanto como me está doliendo a mi.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿Y cuál es tu destino?

¿Qué es el destino? Yo no lo sé, pero realmente tampoco quiero saberlo.
No quiero saber quién me faltará mañana, quien aparecerá en mi vida para alegrarla o para hacerla más dura, si conseguiré mis metas, si realizaré mis sueños, ni siquiera si podré compartirlos con alguien.
"Vive el momento" dicen algunos pero, ¿cómo pretendes vivirlo si pasas tu vida buscando aquello que quieres que aparezca en ella después? Si de verdad quieres centrarte en el presente no pienses, las consecuencias no sirven para nada, solo sirve sonreír, llorar, gritar. Porque cada carcajada, cada lágrima, cada sonido que brota de tu garganta te hacen inconscientemente más listo, logran que se escriba tu historia, esa que no conocerás entera hasta que su protagonista se haya marchado para siempre.
Si me preguntan cuál es mi destino me limitaré a responder que mi destino es sobrevivir al propio destino y no perder la sonrisa por muchas lágrimas que derrame, no dejar de llorar por miedo y no quedarme sin voz para seguir gritando.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mátame.

Mátame. Mátame despacio, de frente, mirándome a los ojos y viendo en ellos todo lo que acabará conmigo. Despacio, porque por mucho que duela siempre dolerá menos que el daño que me has hecho.
Ya, porque no puedo más, no aguanto esto que me corroe y me invade por dentro lentamente como el veneno de una serpiente que se ha limitado a defenderse, y quema, quema como cada uno de los besos que me diste, cada una de las cartas que escribiste y nunca leí porque nunca me llegaron, como cada recuerdo que fabricamos para recordar solo nosotros, como cada mirada cómplice que dejamos por el camino, como cada momento que fue nuestro, cada amanecer que vimos, cada caricia a escondidas, cada suspiro ahogado en el silencio de una de aquellas noches de verano, cuando todo era perfecto.
No quiero ahogarme en un veneno que ni es tuyo ni es mío, no quiero ahogarme en tus recuerdos, no puedo permitirmelo, no puedo sentirme peor de lo que ya me siento, no puedo sentirme más culpable.
Mátame, pero antes déjame decirte lo mucho que te quise, lo mucho que te valoré, lo mucho que en mi pensamiento repetí tus palabras y todas las que no pude decirte, lo mucho que echaré de menos nuestras tardes a solas mirandonos a los ojos sin decir nada, sabiendo lo que necesitaba el otro, lo que necesitaba sentir y escuchar, lo mucho que te echaré de menos a ti y que una vez fuiste todo y te quise más que a nada.

martes, 16 de noviembre de 2010

Por mucho que me quieras.

Tiene gracia. Nunca pensé que llegaría este día, nunca pensé que diría esto, que tú tendrías el coraje y la cobardía de pronunciar esas palabras, de hacer público algo que no le incumbe a nadie, de hacer las cosas tan mal, de una forma tan sucia. De tirar la toalla sin compasión, de despreciar mi lucha constante por salvar algo que era nuestro, por salvarme yo, que era tuya, y por salvarte a ti, que eras mío. Nunca pensé que caería tan bajo, que lloraría tanto por algo que siempre me han dicho que era tan poco y que yo no creí jamás, no pensé tampoco que sentiría tanta rabia cuando esto terminara, porque simplemente yo no le veía un fin.
Dime ahora que borre una parte de mi vida, que borre recuerdos, que borre besos, que borre caricias, abrazos, suspiros, buenos momentos, malos, palabras, historias, leyendas, sueños, proyectos... Pídeme que te borre a ti, pero dime también cómo hacerlo. Dime que no me echarás de menos, que no quieres verme más, que todo ha sido un error, que este no es el momento... que no quieres volver a tocarme o a besarme, que puedes resistir perfectamente el resto de tu vida sin mi y cumpliré todas y cada una de tus órdenes.
Dime que me quieres mucho pero es lo mejor; y yo te dire que eso es mentira, que por mucho que me quieras, tú no me quieres.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Perdidos.

Dicen que el amor duele, que nunca se es feliz del todo porque siempre hay algo que falla aunque ambos traten de hacerlo todo bien.
Yo no digo eso, yo hasta ahora me limitaba a pensar que el amor es solo una ilusión y que por eso se lleva la felicidad, porque las ilusiones nunca dejan de serlo a menos que se conviertan en desengaños.
Siempre me había quedado esperar a equivocarme, esperaba poder llamarme tonta, que los que me rodean me llamaran metirosa, darme cuenta de que no es solo una ilusión, una obsesión que te quema cada vez que la experimentas, que quema como el más candente de los metales, como el más grande de los incendios.
Ahora me he dado cuenta de que quizás eso a lo que yo llamo experimento, también conocido como amor, no lo puedo aprender yo sola, no puedo negar todo lo que siempre he pensado porque quizás aún lo piense. En este momento caigo en la cuenta de que tú eres quien debe hacerme comprender que los besos, los abrazos, las miradas, las sensaciones... que todas esas cosas que se concentran en una sola razón existen de verdad, que no las ha inventado nadie, que las inventamos nosotros cada segundo, cada minuto, cada hora, cada día que pasamos juntos y que tú realmente puedes hacerme feliz enseñándome todo eso que, cada vez más, siento que no he llegado a conocer nunca.

Parones.

Soñar. Soñar es gratis, pararte en mitad de la calle frente a un escaparate y echar un vistazo al futuro, imaginar cómo será tu próximo viaje, quién será tu acompañante, cuales serán tus próximas aventuras, cuál será tu próximo destino...
Y es que en medio de esos sueños de ojos abiertos solo te queda esperar que no aparezca una ráfaga de aire lo suficientemente fuerte y confusa como para arrastrarlos y llevarlos hasta el más profundo de los olvidos, de donde nunca saldrán para reencontrarte.
Hace unas semanas yo misma confundía los sueños con la realidad, me despertaba cada mañana recordando algo, a alguien que por unas horas me había hecho feliz y, puede que por la falta de costumbre, pensaba que lo había soñado, pero al volver a vivirlo tarde tras tarde, me acostumbré a que lo que siempre había sido mi sueño, se había convertido en la más perfecta de mis realidades.

Demasiado.

Demasiado café, demasiada fiesta, demasiado largo, demasiado corto, demasiado elegante, demasiado cansado, demasiado despierto, demasiados dulces...
Sin embargo jamás diré que me has dado demasiados besos, demasiadas caricias, demasiado cariño, demasiada inspiración, demasiadas miradas, demasiadas cosquillas, demasiadas sonrisas, demasiados nervios, demasiada felicidad, demasiado tiempo, demasiados pensamientos... Porque cuando de amor se trata, nunca es demasiado.

Patadas.

Aunque parezca mentira, somos humanos. Somos capaces de presionar una herida hasta que duela de manera increíblemente consciente.
Capaces de recorrer un camino cuyo final esperamos no encontrar jamás, de intentar curar daños que nosotros no hicimos, de crear nuevos daños y después arrepentirnos de haberlo hecho, incluso de no darnos cuenta de la magnitud del arañazo que producen unas simples palabras en el pensamiento de aquel que camina a nuestro lado, de aquel que lo es todo, del dueño de la mano que nos sostiene y el aliento que nos anima a seguir.
Aunque parezca sorprendente, si te causan dolor serás cruel sin importar quién sea tu agresor, si te dan amor responderás con el mismo o quizás con más del que recibas, pero si te dan una patada, darás tres pensando que solo has devuelto una.

Falsas virtudes.

Tengo la virtud de no saber gritar, de obedecer al corazón y no a la cabeza, de tener miedo, de llorar, de ser niña y adulta al mismo tiempo, de no mostrar mis sentimientos, de ser yo y de no serlo, de recibir pedradas y reírme de mi, de estar viva y sentirme muerta.