miércoles, 5 de enero de 2011

Mi cuento no era así.

No, no, no. Las princesas no se aguantan las lágrimas, no sufren, siempre sonríen, siempre esperan, no se equivocan, son víctimas de una bruja y no verdugos del príncipe.
No, los príncipes no se arrepienten, no esquivan besos, no se juran a sí mismos no volver a caer, no piensan las cosas, no lloran, hablan, sonríen, hacen sonreír a su dama.
Yo no escribía las historias así cuando era una niña, mis historias eran bonitas, nadie lloraba, nadie soportaba las ganas de hacer algo y no hacerlo, no había culpables, ni brujas, ni enanos, ni cuervos.
Los niños escriben aquello que esperan encontrar en su futuro, lo que esperan de sí mismos y de los demás. Yo narraba para mi mis aventuras, creaba mis príncipes, mis ranas, hasta mis brujas.
Hoy me he dado cuenta de que en esas historias cabe mucha imaginación, que en su mayoría en lugar de ser ilusiones son deslusiones.
Y es que no, mi cuento no era así.

1 comentario: