lunes, 20 de diciembre de 2010

Heridas que dejan cicatriz.

Dices que tú eres de los que tropiezan varias veces con la misma piedra, yo hace tiempo que aprendí a no hacerlo, a equivocarme una sola vez y no arriesgar más de la cuenta. A no jugarme el corazón y la razón y perderlo todo de un solo golpe. Aprendí que los golpes de suerte son golpes porque a la larga te van a acabar haciendo daño. Y si, puede ser que no esté hecha para esto, que, a pesar de llegar donde no llega nadie, mi única finalidad sea dolerle a todo aquel que se me acerque, sea hacer llorar, gritar, patalear.
Pero ¿Sabéis qué? no soy para tanto, no valgo ni la cuarta parte de lo que piensan las personas que hasta el día de hoy han compartido algo más que la cama conmigo. Habré llegado todo lo lejos que queráis, pero se acabó. La sensible ya no existe, ahora está cubierta de una capa de piel mucho más dura que la anterior, ya no piensa en lo que sienten los demás, solo piensa lo que siente ella. Puede que hasta ahora toda la culpa haya sido mía, que el dolor lo haya causado yo sola, que no me merezca todo lo que ha estado conmigo hasta ahora, que la vida haya sido demasiado justa conmigo o muy injusta con los demás, pero ya no me importa lo que me digan, lo que me rueguen, lo que me insistan en esto del amor, porque hay algo que no soy capaz de perdonar. Me volví incapaz de consentirme las heridas que dejan cicatriz.

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