miércoles, 17 de noviembre de 2010

Mátame.

Mátame. Mátame despacio, de frente, mirándome a los ojos y viendo en ellos todo lo que acabará conmigo. Despacio, porque por mucho que duela siempre dolerá menos que el daño que me has hecho.
Ya, porque no puedo más, no aguanto esto que me corroe y me invade por dentro lentamente como el veneno de una serpiente que se ha limitado a defenderse, y quema, quema como cada uno de los besos que me diste, cada una de las cartas que escribiste y nunca leí porque nunca me llegaron, como cada recuerdo que fabricamos para recordar solo nosotros, como cada mirada cómplice que dejamos por el camino, como cada momento que fue nuestro, cada amanecer que vimos, cada caricia a escondidas, cada suspiro ahogado en el silencio de una de aquellas noches de verano, cuando todo era perfecto.
No quiero ahogarme en un veneno que ni es tuyo ni es mío, no quiero ahogarme en tus recuerdos, no puedo permitirmelo, no puedo sentirme peor de lo que ya me siento, no puedo sentirme más culpable.
Mátame, pero antes déjame decirte lo mucho que te quise, lo mucho que te valoré, lo mucho que en mi pensamiento repetí tus palabras y todas las que no pude decirte, lo mucho que echaré de menos nuestras tardes a solas mirandonos a los ojos sin decir nada, sabiendo lo que necesitaba el otro, lo que necesitaba sentir y escuchar, lo mucho que te echaré de menos a ti y que una vez fuiste todo y te quise más que a nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario