
No me hace falta darme cuenta de que ya no estás, te siento cada día un poquito más lejos, os siento a todos. Me voy marchando por mi camino de piedras, echando la vista atrás de vez en cuando, con la mirada perdida en un bar, llenando mis entrañas con el delírio más perfecto. ¿Qué me queda? Los vasos repletos no me responden a eso, el humo se esfuma sin contestarme, y yo me canso de preguntar.
Ya no queda consciencia, todo da vueltas, los sonidos no resultan abrumadores ni ensordecedores, las luces ya no me dañan los ojos. Todo lo que me salía mal ya no me importa, me siento acompañada por la más dulce de las torturas.
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