lunes, 25 de abril de 2011

Extraño conocido

No buscaba príncipes, ni ranas, ni tampoco un amigo al que contarle sus historias día tras día, sólo buscaba ser feliz. Encontraba ese rayo de felicidad en conversaciones simples y sin sentido, como las que mantenía con aquel extraño conocido desde hacía algún tiempo.
En uno de sus interminables paseos, del cuello de ella resbaló aquel colgante de cristal que siempre llevaba puesto, y  acto seguido ambos empezaron a buscarlo con ansia.
Ante el fracaso de la misma, decidieron hacer un trato medio en broma medio en serio:
- Dime que nunca te vas a separar de mi.
- ¿Qué tiene eso que ver con el colgante?
- Nada, pero se me ha ocurrido algo. El día que lo encontremos, tú podrás marcharte de mi lado y no volver jamás, y yo olvidaré que has existido y todo lo que he llegado a sentir estando contigo.
- Está bien, en ese caso lo buscaré todo el tiempo!
Ambos rieron durante un largo rato.
Después, cuando él se marchó, ella se encaminó hacia la playa, al lugar que siempre iba cuando necesitaba pensar en si misma. Un pequeño balcón apartado del mundo y pegado al mar, donde las olas salpicaban sus mejillas cuando la marea enfurecía.
Una vez allí metió la mano en el bolsillo, sacando de él el colgante, y lo lanzó al agua con todas sus fuerzas. Acto seguido, se dijo a si misma: Así, tú buscarás algo, a mi ya no me hará falta, yo ya he encontrado la felicidad.

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