miércoles, 20 de marzo de 2013

Punto.

Pues si, somos igual de niños, nos gustan las cosquillas, hablarnos con vocecita amorosa, disfrutar mirando al techo mientras nos cogemos la mano, soñar e ilusionarnos mirando escaparates, pensar en cocinar no sólo la cena del sábado sino también nuevos proyectos que ansiamos vivir juntos. Nos alimentamos cada segundo de recuerdos, de los recuerdos que día a día construimos para regalarnos el uno al otro, nos reímos, lloramos, reflexionamos sobre nuestras circunstancias a veces buenas y a veces mejorables, somos cada vez más grandes, más importantes, más necesarios y mucho más fuertes, yo al menos gracias a él, que me ha enseñado tanto, que me ha enseñado lo que es realmente vivir y ser feliz, a pesar de todo. Que nada es tan malo como para no aprender de ello y nada es tan bueno como para no poder ser real, porque la primera prueba de que las cosas geniales existen y no van seguidas de dolor es él mismo. Si esto no es amor, no sé qué será, si no es envidiable para el resto del mundo a nosotros no nos importa, y si el universo decide algún día seguir girando y dejarnos tirados por el camino, no pasa nada, porque siempre nos tendremos agarrados de la mano o de un retal de la camisa para seguir caminando sin dirección clara pero si fija, la nuestra propia, la que nosotros, inseparables, estamos decidiendo seguir segundo a segundo. El amor existe, y pensé que nunca lo diría, pero yo ya lo he encontrado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario